Hace tiempo
que vengo asimilando que en todas las organizaciones, en mayor o menor medida,
existen comportamientos observables de sus integrantes muy similares. Si fuera
riguroso el tema daría para una tesis doctoral en psicología organizacional,
pero como este blog no persigue el empirismo, pues se me ocurren 3 tipologías
bien prosaicas.
Vamos a ver,
en todos los entornos con una pluralidad de individuos que han de ponerse de
acuerdo en un objetivo, supuestamente compartido, los habrá que se tomen el “asunto”
con entusiasmo. Otros lo harán con responsabilidad, otros con naturalidad,
otros con frialdad, otros miraran de pasar desapercibidos, otros necesitaran
sentirse líderes, otros nada de lo anterior…etc. Infinitas posibilidades,
múltiples matices que definen nuestro estado y predisposición psicológica
respecto a nuestro desempeño en el puesto de trabajo. Tampoco es lo
mismo si eres trabajador por cuenta ajena o autónomo, o bien si eres
empresario. Pero salvando todas estas diferencias y jugando a simplificar por
puro divertimento, yo veo simplemente, como decía, tres tipos.
A saber:
- El
comprometido: Se caracteriza por estar interesado en su trabajo.
Si sí. Increíble ¿verdad? Además cree en lo que hace, quiere crecer, formarse,
mejorar pero de verdad, no por puro oportunismo económico, sino por convicción.
Encuentra el sentido y quiere proyectarse en el futuro creciendo en su puesto y
haciendo crecer a su organización. A pesar de atesorar todos estos atributos,
no crean que son los más valorados y populares. No necesariamente. Es más, como
no les interesa el estrellato, sino su trabajo, suelen pasar inadvertidos por
las otras especies que pululan por la organización. No sucede lo mismo a ojos
de sus jefes. Es decir, no pasan desapercibidos para éstos, ya que viendo que
son resolutivos y responsables, suelen sobrecargar de trabajo a estas personas
porque saben positivamente que conseguirán realizar los encargos en tiempo y
forma. En definitiva, se trata de personas con un alto compromiso con su
puesto, y con su organización. La auténtica alma de la organización indicador
certero del estado de salud de la misa. Éste espécimen puede irradiar y
contagiar complicidades positivas, así como intangibles emocionales altamente
sanos para la ecosistema organizacional. Cuantos más mejor.
- El
egipcio: Todos tenemos en la mente la postura del egipcio
¿cierto? Pues bien, éste tipo de seres, son los más abundantes en una
organización. Son aquellos que han perdido el compromiso, el empuje, la
vitalidad y las ganas de mejorar. Han arrojado la toalla cansados de luchar en balde,
o bien porque siempre han entendido este modus
operandi a la hora de afrontar el entorno profesional. Van haciendo y van
cobrando. Ése es el trato. Su contrato implícito. A lo máximo que están dispuestos a llegar en este momento. Hacen su trabajo, no se les puede negar, pero en un
sentido estricto, extremo. Casi con precisión quirúrgica. Saben establecer los
límites de sus funciones y tareas con alto grado de "expertise". Entran
a trabajar, y salen. La idea más repetida y verbalizada es; “ya queda menos
para el fin de semana”. Son inevitables y, casi por propia naturaleza de la
condición humana, significan la consolidación, la regularidad, el aplomo, el
realismo y la normalización de un estado colectivo en toda organización.
- Los
vagos y maleantes: Inspirándome en la Ley homónima de
1933, este espécimen es no menos común en toda organización, ni menos
fascinante en su naturaleza. Simplemente les da igual todo. Todo, menos la
maximización de su beneficio propio. Y me pueden decir ustedes ¿quién no busca
su propio bienestar? Cierto, sin duda. Pero es que estos seres son eruditos del
arte del confort. Doctores en su disciplina. Conocedores de todas las técnicas
e instrumentos del escaqueo, suelen ser personas bien relacionadas y
consideradas. Suelen frecuentar círculos de poder propios de la estructura organizativa,
o bien de la dirección, o bien de los representantes de los trabajadores. En
ocasiones, pueden incluso formar parte directamente de estos colectivos, por lo
que gozan de una legitimidad y reputación extras. No es que pasen
desapercibidos, es que no están en sus puestos. Pueden estar en muchos sitios;
en los pasillos, lavabos, salas de descanso, de reuniones, en el puesto de
otros especímenes, en el bar, en Andorra… pero no los busques en su puesto
porque no los vas a encontrar. Cuantos más peor. Contagian sentimientos y emociones
negativas que no hacen ningún bien a la organización. Son una lacra, una
metástasis que la organización no sabe cómo curarse, o bien conocen los mecanismos
para ello pero evita enfrentarse al doloroso proceso de tratamiento.
Lo
interesante del caso, es que uno no pertenece a un espécimen para toda la vida.
No, no. No es como ser del equipo de tus amores, desde pequeños. Podemos
cambiar, saltar de un espécimen a otro en función de nuestro entorno y de
nuestra vida personal.
Una organización
que pueda funcionar, sana, que haga cómplices de sus objetivos a todas las
partes imbricadas, debe tener buenos porcentajes de comprometidos, o como
mínimo razonables, y pocos de maleantes. Es inevitable tener significativos de
egipcios, porque en algún momento todos podemos caer en ese estado y las zonas
de confort, una vez saboreadas, cuestan mucho de dejar atrás.
Desde mi
punto de vista, tu organización debería andar sobre estos porcentajes:
Ideal sería
contar con muchos comprometidos, pero sólo se da en empresas que empiezan,
o bien que tienen una media de plantilla muy joven, con una dirección también
joven o con conceptos modernos de management.
Llegados a este punto. ¿Dónde te situarías
tú? ¿Y qué porcentajes tiene tu organización de cada tipo?